"El lujo de las joyas reside en la historia que cuentan, no solo en la piedra."

Se especializa en un campo poco explorado —la gemología— y viaja por el mundo dando charlas sobre piedras preciosas. Rui Galopim de Carvalho, el experto que ve más allá del brillo del diamante.
- Esta entrevista forma parte del número 16 de la revista ECO. Puedes comprarla aquí.
La geología es una tradición familiar para Rui, hijo del geólogo António Galopim de Carvalho y hermano de Nuno, licenciado en geología y periodista. A los 18 años, él también se sentó en las aulas de la Facultad de Ciencias, decidido a convertirse en paleontólogo. Dos profesores marcaron la diferencia: el tradicional y el carismático. En 1994 se graduó como gemólogo en Londres, perseveró (una palabra clave para él), trabajó en el Museo de Arte Antiguo y en talleres de orfebrería, y hoy, más de 30 años después de descubrir piedras preciosas, continúa (casi) solo en el mercado. Comparte sus conocimientos en redes sociales con sus aproximadamente 70.000 seguidores.
Imparte clases, da conferencias, es curador y consultor para museos y marcas, desde el Museo del Tesoro Real hasta la Casa de la Moneda, incluyendo importantes joyerías. Capacita a tasadores, diseñadores e incluso a policías y funcionarios de aduanas. En Mozambique trabajó con mineros e inspectores; en Nápoles enseña sobre corales; en Bangkok forma parte de un instituto gemológico. En la tasación de piedras preciosas, se considera como un médico, afirma.
¿Qué le hizo pasar de la paleontología a la gemología, de los fósiles a las piedras preciosas?Un profesor malo y un profesor bueno. El profesor de paleontología, un hombre casi santo, leía sus apuntes… El profesor de cristalografía, en cambio, era carismático, un poco excéntrico, sudaba mientras daba clase, pero hablaba con pasión. Un día mencionó los diamantes y las esmeraldas sintéticas. Al final de la clase, me acerqué a él y le dije: «¡Qué interesante es esto de las piedras preciosas!». En la siguiente clase, me trajo fotocopias de un artículo en español sobre las esmeraldas sintéticas y cómo distinguirlas de las naturales. ¡Me fascinó! Se lo conté a mi padre, el director del Museo de Historia Natural, y me dijo: «Hay libros sobre esto en la biblioteca, ve a verlos». Más tarde, desde Londres, adonde iba como director del Museo de Historia Natural, me trajo un manual de introducción a la gemología, «Guía para principiantes de gemología», que devoré durante los cuarenta minutos de viaje en tren a Cascais, donde tenía novia. Tenía dieciocho años y me lo devoré todo.

Nada. En Portugal no existía tradición ni de enseñanza ni de consultoría gemológica. Estudié en Londres, en el Instituto Gemológico de Gran Bretaña, y me gradué en gemología. Trabajé en una joyería como ayudante —etiquetando, haciendo cálculos, gestionando papeleo— y, cada vez que llegaban piedras nuevas, me pedían que fuera a verlas. Mi primer trabajo serio fue en el Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa, identificando y estudiando gemas en piezas históricas.
Compara su trabajo con el de un médico. ¿Cómo?El lujo se nutre de la narrativa . Un anillo solitario de platino con un diamante de dos quilates puede parecer igual en distintos escaparates. Lo que cambia es la historia: el empaque, el servicio, el prestigio de la marca. Cartier, Van Cleef o Boucheron venden mucho más que una joya; venden una experiencia.
Hay cosas que un médico puede decirnos, otras que requieren pruebas. Es lo mismo. A veces puedo obtener mucha información de inmediato con pocos instrumentos, otras veces necesito más datos y equipos más complejos. Hay diagnósticos que hago con una lupa, luz ultravioleta y herramientas pequeñas. Pero para ciertas preguntas —si un diamante es sintético, si una esmeralda contiene aceite, si el color es natural o artificial— es necesario recurrir a análisis más complejos. No es ciencia espacial : es entrenamiento, práctica, como tocar el piano.
¿Cambia nuestro gusto por las yemas de huevo?Cambia, pero principalmente porque lo dicta el mercado. Siempre hay diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas. Luego, otras piedras aparecen debido a las tendencias o la disponibilidad: turquesa, ágata, lapislázuli. A menudo no es la moda lo que lo dicta, sino la cantidad disponible en el mercado y cómo las principales casas de subastas deciden valorarla.
El lujo se nutre de la narrativa . Un anillo solitario de platino con un diamante de dos quilates puede parecer igual en distintos escaparates. Lo que cambia es la historia: el empaque, el servicio, el prestigio de la marca. Cartier, Van Cleef o Boucheron venden mucho más que una joya; venden una experiencia.

Sin duda, el rubí, cuando es de alta calidad. El más caro, el Rubí Amanecer, de 25 quilates, se vendió por 32 millones de dólares. Los rubíes birmanos de calidad excepcional son extremadamente raros.
¿Y cuál fue la piedra más hermosa que jamás hayas visto?Es algo emotivo. Hay piezas que, al percibirlas racionalmente como sumamente interesantes por su rareza y singularidad, captan mi atención. Otras, en cambio, se caracterizan por un impacto visual que ya de por sí nos revela algo, como un diamante azul que vi en el Smithsonian de Washington.
Y el Anillo de Esmeraldas del Palacio de Ajuda. Las esmeraldas son finísimas y tienen algo muy especial. Todas son del mismo color y grandes. ¡Conseguir ese conjunto es una experiencia única!
¿Tiene Portugal piedras preciosas valiosas?En la época romana, en Belas, cerca de Lisboa, se extraían granates llamados carbunclos. En el Algarve, hubo corales preciosos hasta el siglo XVIII. Todavía quedan algunos, pero su recolección está prohibida.
¿Tiene sucesores? ¿Qué consejos da a sus alumnos?Que practiquen. La gemología no requiere genio, sino perseverancia. ¿Cómo distinguir un alcornoque, que tiene corcho, de una encina, que no? Con práctica, cualquiera puede aprender. Lo difícil es no rendirse.
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